Te dio por volar en la hora menos adecuada, tan cerca de mí, tan desesperantemente revoltosa. Te dio por volar a metro y medio de mi impaciencia. Culpa alguna no tenías ni tienes. Es este voluble genio que ando cargando, es todo.
Tu paradero, un vaso de agua de guayaba, tan fría como la muerte. Convidarte no quiero y te entremetes. Tú ganas, yo pierdo. Ahógate dentro, en la más pulposa de las aguas, en lo más dulce de la pulpa, ahí estás bien, de epitafio te pronuncio dos frases pausadas y mientras levantas tus quinientos ojos y me miras con lástima, yo te sentencio: “Pendeja has de ser, mira que ahogarte en un vaso de agua”.
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