Hoy soñé en una hora lo que no se sueña en todo un año una persona. Fue raro, fue como vivir mil cosas y todas seguían teniendo el mismo destino. Mi colchón. Ahí moría cada fragmento onírico, no importaba dónde empezaban o a dónde querían ir, morían uno a uno con intervalos dados por esa manía que me dio anoche por abrir los ojos después cada sueño.
Lo sueños son algo así como un purgatorio sin juicios, sabes que puedes hacer lo que se te antoje y aún así, nunca lo haces.
Hoy soñé más de lo que en mi vida seguro llegaré a vivir, y la mañana llegó y con ella, los ojos se abrieron por instinto de las ocho horas dormidas, y junto con la sensación de la garganta seca y chirriante y los primeros rayos de luz traspasándome la retina, esperé y esperé. Y no, era la misma vida y el mismo cuerpo, los sueños se habían acabado.
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